El Blog De Felipe

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jueves, 29 de septiembre de 2011

La enfermedad del hombre


Ahí estaba a los pies de la cama, mirándome con sus extraños ojos; estaba esperando a que yo la invitara a mis sábanas [...] ¡Pero yo no lo haría nunca más!. No, yo ya conocía alguno de sus trucos, sabía que decirle pero aún así no pude evitar sentir intriga frente a este estado de fiebre. Ella simplemente me miró y me sonrió, para lanzar sus dados al juegos [...] Tomó la punta de mi sábana y sin levantarla mucho, se deslizó entre mis sábanas y se acurrucó entre mis brazos. Que podría hacer yo [...] solamente era un solitario visitante, no era primera vez que lo hacía pero no podía negar lo bien que me hacía sentir ésta sana droga. El amor, la enfermedad del hombre, me sonrió y me dijo "¿Por qué no vamos a dar una vuelta?". Yo cansado y viejo la miré para decirle en la cara lo que siempre guardaba en una caja de zapatos [...] Pero no;Antes de que el aire se soltará entre mis labios, ella acercó su rostro y me contagió. Sabía que los efectos de su enfermedad eran la perdida de noción del tiempo, pero me sentía en el cielo al sentir su calor. Me sentía único. Ella me decía "vamos a dar un paseo, sólo una vuelta con ella, los tres en la oscuridad de la noche [...] en el abismo de los sentimientos. Vamos, vamos". ¡Acaso no te das cuenta que sus labios le pertenecen a otra hiena, acaso no te das cuenta que solamente es un sueño!. Pareciera desvanecerse cuando se lo gritaba en la cara, pero ahí estaba ella diciéndome otra vez: " vamos, vamos, no pierdes nada con intentarlo, ¿a qué le temes? ". Tonta pero adicta sonrisa. Comenzaba a quedarme dormido entre sus brazos, mientras ella me tomaba de las manos para que sintiera su calor y así, caer completamente, otra vez.
¡Pero no, ya era muy tarde para arrepentirme!. Ya estaba completamente sedado por su sabor. Hasta que sin aviso alguno, se levantó de mi cama y caminó sin prisa alguna hacia la puerta de mi habitación. "¿Que haces?", le pregunté en vano, mientras mi cuerpo comenzaba a caer hacia el ya vacío espacio de mi cama. En ese momento lo sentí [...] ¡La enfermedad del hombre lo hizo otra vez!. Comencé a sentirme enfermo, comenzaba a perder el conocimiento de lo moral, comenzaba a perder el control de mi mundo. En ese momento, entre gritos me pregunté: ¿El verdadero efecto de la enfermedad del hombre, ocurre mientras siento su calor, o mientras pesa su ausencia?. De nada sirve buscar las respuestas en mí, ya que no las tengo. Tomo aire otra vez, suspiro, y me relajo. La próxima vez que la vea, le preguntaré [...] le preguntaré a ella, ella tiene las respuestas. Después de todo volverá. ¿siempre lo hace o no?

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