El Blog De Felipe

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miércoles, 21 de septiembre de 2011

El Lento Adiós

Sólo Dios sabe que tan aguijoneado ha dejado el tiempo en el corazón de éste anciano. Él sabía que sus días estaban acabando; así que cada tarde, luego de almorzar, se sentaba en una silla situada en el patio delantero de su casa para meditar el día. "¿He desperdiciado mi vida?" se decía el anciano hombre. Al esconderse el sol, aquella helada noche, el cansado hombre encendió la radio, se sentó frente a un mesón de cristal que tenía en el comedor y comenzó a leer los periódicos. Luego se acercó al mueble del viejo televisor y sacó un álbum de fotos. Volvió a sentarse en aquel mesón y comenzó a recordar aquellos momentos; aquellos momentos en el que no existía la preocupación y su cuerpo gozaba de una buena salud, aquellos momentos en que el amor era un acompañante con quién recorría la carretera, aquellos momentos en el que decir "para siempre" era más que una palabra, aquellos días en que la necesidad de un ambiente seguro para sus hijos los hizo mudarse a un lugar más amplio, aquellos momentos de felicidad en que la vida opacaba a la muerte, aquellos momentos en que su alma se le rompía en pedazos, pero siempre recordando  a quién estubo a su lado, simpre recordando aquella mano amiga con la que envejeció, y siempre recordando el día en que el mundo le demostró que nadie es inmortal, que todos somos humanos y que una vida perdida no era más que un susurro en la pradera de la vida, mientras los grillos cantaban y las luciernagas brillaban. Y recordando todos esos momentos en que su vida fué lo que fué, se recostó en su suave colchón amoldado por el uso Y recostó su cabeza sobre su almohadón de plumas para finalmente ir al lugar en donde la única incognita era resuelta. Y anelando volver a ver a su amada, a sus amigos, a su familia, con una sonrisa en la cara dió su último aliento mientras su vida  se iva como el viento cuando  corre a travéz de la mar. Pero a quién le importaba el anciano, el mundo no lo conoció, los conocidos lo olvidaron pero eso no le importaba a éste suspiro, porque su mundo se había desvanecido con el tiempo, porque su mundo no era el mundo, era sus seres queridos.

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