El Blog De Felipe

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viernes, 23 de septiembre de 2011

Un Cambio

Ése día sería distinto, lo sentía en el interior. La monotonía se había roto aquella mañana.
Se levantó más tarde de lo común, para ser específico, una hora más tarde. Al ver la hora corrió desesperado hacia la ducha. El gas se había acabado; así que tuvo que ducharse con agua helada. Luego de unos gritos de desesperación y rabia, salió de aquel refrescante lugar y corrió a ponerse su traje. bajó de las escaleras con sus zapatos negros, un oscuro pantalón, una camisa blanca con una corbata roja y su chaqueta "Blazer" con botones lisos. Salió tan rápido que no tuvo tiempo de verse en el espejo ni de abotonar su chaqueta.
A las 8:23 A.M. llegó al paradero para tomar la micro. No era usual, el siempre llegaba con exactitud a las 7:15 A.M. y tomaba la micro unos tres minutos más tarde, dependiendo del día y del tráfico. Pero esa mañana no, esa mañana todo le había salido mal.
Unos minutos más tarde, logró subirse al transporte. La micro estaba estaba llena, y además, a él le apestaba la gente. Así que avanzó con cuidado y diciendo en voz baja "permiso", logró avanzar hasta la puerta de el medio. El recorrido seguía y la micro se llenaba de gente, hasta llegar a un paradero donde no se podía entrar por la puerta delantera, la principal. Él estaba apretujado, mirando firmemente el paisaje a través del transparente cristal, no podía moverse mucho y estaba a unos pasos de estampar su rostro en el vidrio.
Luego de una cuantas calles, subió por la puerta de el medio (porque las otras estaban demasiado llenas como para abrirlas) una joven muy atractiva; de piel blanca, un oscuro y largo cabello, unos labios hermosos y rojizos. en particular, todo su rostro era bello, a pesar de tener los rasgos más comunes de la gente, su cara tenía algo especial que atraía la mirada del tipo.
Como era de estatura baja, su cara daba directamente al pecho del hombre, quienes habían quedado frente a frente debido al espacio.
El hombre seguía fuerte y recto mirando las calles, pero en realidad sentía una extraña atracción hacia la chica, que sin vergüenza alguna había posado su cabeza en el pecho del hombre.
A instantes, parecía como que si sus miradas se encontraran, pero dado a la situación inusual de la vida del hombre y su vergüenza, él corría su mirada inmediatamente hacia el frente.
Faltaban solo dos estaciones más para que el recorrido terminara y toda la gente bajara. En el penúltimo paradero la joven lo miro con ternura, diciéndole " Tu corbata está mal abrochada, déjame ayudarte".
Y sin esperar ningún tipo de aprobación, le tomó la corbata y se la desabrochó, para arreglársela. Tal y como una buena esposa ayuda a su marido en el primer día de trabajo.
Al llegar  a la última estación la joven ya había terminado con su acción y las puertas comenzaban a abrirse. Otra vez, como la corrida de toros, la gente corría de aquí para allá y la joven se había bajado del transporte caminando en dirección opuesta al trabajo del hombre.
En ese instante el hombre perdió toda vergüenza y le gritó: "¿Cual es tu nombre?". A lo que la muchacha respondió con un grito "Ingrid", perdiéndose entre la masa. No importaba cuanto saltara el hombre, jamás la vería.
Todo el resto del día había salido normal, tal y como los otros días. Fue en la noche, al llegar a su casa, que comenzaba a darse cuenta de lo monótona que era su vida. Aún se preguntaba el motivo de la joven para actuar de tal manera. Pero algo estaba claro, nunca se había sentido tan atraído por una mujer como ésta.
A la mañana siguiente el despertador sonó a las 6:30 A.M. y el hombre estaba a punto de levantarse, cuando súbitamente lo saltó un recuerdo del día anterior, una voz del pasado. Lo pensó un poco y, haciendo caso omiso a su rutina se quedó en la cama, esperó a que fueran las 7:30 A.M. para levantarse y llegar al paradero a las 8:23 A.M. a esperar la micro. Repitió todo el acto del día anterior, sin embargo, al llegar al paradero donde la desconocida había subido el día anterior, la micro siguió de largo y el hombre vio el paradero vacío. En ese momento comenzaba a decepcionarse.
Al caer la noche el hombre regresó triste a su hogar, pero cambió la hora de su reloj despertador a las 7:30 A.M. para así levantarse a tomar la micro a las 8:23 A.M.
Y así pasaron los días, llenos de tristeza y decepción, sin poder ver su angelical rostro. Hasta llegar a una noche en la que estuvo a punto de cambiar su reloj, pero quien sabe, algo le decía por dentro que no lo hiciera, de tal modo que le dio una segunda oportunidad a su nueva rutina.
A la mañana siguiente, comenzó todo como últimamente lo hacía, se duchaba a las 7:35 A.M., luego se vestía a las 7:50 A.M. y salía hacia el paradero a las 8:19 A.M.
Sin esperanza alguna tomó la micro; Avanzó hacia la puerta de el medio, se puso de los primeros, miró el paisaje firme y recto... todo tal y como lo había hecho ayer, anteayer, etc.
Pero al llegar al paradero, la desconocida subió sorpresivamente y se colocó su lado izquierdo. El hombre no pudo evitar estallar en alegría, era sin duda un golpe hacia el paraíso. Pero la mujer no lo miró.
"¿Qué hice mal? ¿Acaso huelo mal?, no, no lo creo" pensaba el hombre mientras lentamente comenzaba a agachar la cabeza. Cuando sorpresivamente la mujer lo miró. Y le dijo: "Hola".
El hombre estaba desconcertado, pero sabía que eso no debía importar, así que le devolvió el saludo.
Sin embargo la joven siguió mirando hacia adelante, una vez hecho el saludo de cortesía.
Puede que en el resto del viaje no se hablaron ni se miraron, pero sin duda, el hombre estaba feliz; a pesar de que a la muchacha no pareciera darle importancia, su día había sido bendecido...

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